En los últimos años, el concepto de talento sénior (mayores de 55 años) ha cobrado mayor relevancia en el mundo empresarial europeo ya que conforman una cohorte muy importante de nuestro mercado laboral. Sin embargo, se parte de una actitud negativa hacia dicho colectivo y se pone en duda su capacidad para adaptarse a la innovación y las nuevas tecnologías. En una sociedad que valora la juventud como sinónimo de creatividad y agilidad, nos podemos preguntar: ¿pueden los séniors innovar? Este debate no es trivial, ya que la innovación se ha convertido en el motor del crecimiento económico, y aprovechar al máximo el talento en todas las etapas de la vida laboral es clave para la competitividad, gran desafío europeo como lo demuestra el reciente informe Draghi (The future of European competitiveness).
Existe un mito común en muchas empresas: la innovación es territorio exclusivo de los jóvenes. Esto surge de la creencia de que las generaciones más jóvenes, familiarizadas desde temprana edad con las tecnologías emergentes, están más capacitadas para innovar. Sin embargo, la innovación va mucho más allá de la simple adopción de nuevas herramientas. La verdadera innovación requiere tanto creatividad como experiencia, y es aquí donde el talento sénior juega un papel crucial.
Los profesionales sénior, con décadas de experiencia en sus espaldas, han pasado por diferentes ciclos económicos, cambios tecnológicos y transformaciones organizativas. Esta experiencia acumulada les permite tener una visión más estratégica y profunda de los problemas a los que se enfrentan las empresas, lo que puede ser clave para identificar oportunidades de innovación que otros podrían pasar por alto. Además, su conocimiento de los procesos y el funcionamiento interno de las organizaciones les da una ventaja a la hora de implementar soluciones prácticas y sostenibles.
Un aspecto a menudo subestimado es la sabiduría que los profesionales sénior aportan. A lo largo de sus carreras, han acumulado conocimientos que no solo son teóricos, sino también prácticos. Saben qué enfoques funcionan, cuáles son las trampas comunes en proyectos innovadores y cómo gestionar mejor los riesgos. Esta combinación de conocimiento práctico y estratégico es invaluable en la innovación. Además de conocimiento y experiencia tienen un activo intangible muy potente, su reputación personal y una red de contactos que resulta clave a la hora de implementar los proyectos con éxito.
Son muchos los ejemplos de innovación, pero si tuviera que destacar uno, tomaría el de Francisco de Goya, longevo, nacido en el siglo XVIII y que vivió 82 años. Su máximo esplendor lo logró son los 50, etapa en la que era el primer pintor de cámara con Carlos IV, sin embargo, la etapa más innovadora de su pintura, la alcanzó con más de 70 años, cuando pintó en su casa las famosas “pinturas negras” que actualmente pueden verse en el Museo del Prado y que podrían considerarse precursoras de movimientos artísticos muy posteriores como el expresionismo. Goya nos demostró que se puede ser innovador, creativo y rupturista, siendo sénior.
Aunque es cierto que los jóvenes suelen aportar nuevas ideas y perspectivas frescas, la clave del éxito en muchas organizaciones reside en la colaboración intergeneracional. La combinación de diferentes generaciones en equipos de trabajo crea una sinergia valiosa. Los jóvenes aportan agilidad y nuevas formas de pensar, mientras que los séniors ofrecen orientación, perspectiva y la capacidad de ver el panorama completo.
Los estudios respaldan esta idea. Por ejemplo, un informe del MIT Sloan Management Review destaca que las empresas con equipos intergeneracionales son más innovadoras y eficientes, ya que logran equilibrar la creatividad con la experiencia. Esto es especialmente relevante en un mundo cada vez más complejo, donde las soluciones a los problemas no solo requieren nuevas ideas, sino también la capacidad de llevarlas a cabo de manera efectiva.
Otro prejuicio común es que los profesionales sénior están menos preparados para adaptarse a las nuevas tecnologías. Si bien es cierto que las generaciones más jóvenes tienen una mayor familiaridad innata con el mundo digital, esto no significa que los séniors no puedan aprender o liderar la innovación tecnológica. De hecho, muchos séniors están invirtiendo tiempo en actualizarse en áreas como la inteligencia artificial, el análisis de datos y la automatización, lo que los convierte en activos clave para las empresas que buscan integrar nuevas tecnologías en sus operaciones. Como headhunter conozco muchos profesionales que están en la frontera de la tecnología con edades avanzadas.
Los líderes sénior también juegan un papel fundamental en la gestión del cambio y la innovación dentro de las organizaciones. A través de su experiencia, son capaces de liderar procesos de transformación, fomentando una cultura de innovación en la que los equipos se sientan seguros para experimentar y tomar riesgos calculados. La inteligencia emocional y las habilidades de liderazgo desarrolladas a lo largo de los años también les permiten gestionar mejor la resistencia al cambio y motivar a los equipos a alcanzar su máximo potencial. Su templanza es un factor clave en la toma de decisiones y la gestión de los equipos.
Por todo ello podemos afirmar que, lejos de ser un obstáculo, el talento sénior puede ser un catalizador de la innovación en las organizaciones. Su experiencia, combinada con una voluntad de aprender y adaptarse, les permite aportar una perspectiva única y valiosa. En un mundo que se enfrenta a cambios rápidos y disruptivos, aprovechar el conocimiento y la sabiduría de los séniors no es solo una opción, sino una necesidad estratégica para las empresas que buscan prosperar en el futuro.
En resumen, los séniors no solo pueden innovar, sino que son fundamentales para hacerlo de manera efectiva y sostenible. La clave está en valorar y aprovechar la diversidad generacional en los equipos de trabajo, donde la experiencia y la frescura de ideas se fusionen para generar las mejores soluciones posibles, así como extender la vida activa y productiva de los profesionales séniors, lo cual redundará positivamente en ellos mismos, en términos de salud y bienestar financiero, en los proyectos en que participen y en la sociedad en su conjunto.
*** Alfonso Jiménez es socio de Exec Avenue y presidente del Consejo Asesor de la Asociación Española de Directores de Recursos Humanos (AEDRH).