Transcurrido el primer trimestre de 2023, seguimos atisbando que el fenómeno llamado la ‘gran evasión’ más que una consecuencia inmediata de la pandemia, ha llegado para quedarse como una nueva manera de entender un mercado laboral que, cada vez más, pone a las personas y a su propósito singular en el centro. Esto pone en evidencia, que aquella frase casi épica que repetíamos hace ya unos cuantos años “me han hecho fijo” se ha convertido en otra, no menos épica “no piensa en cambiarse, ¡bien!”.
Más allá de que este fenómeno esté volviendo locos a los departamentos de personas, en su afán de ofrecer una propuesta de valor que sea lo suficientemente atractiva para convencernos a los que formamos parte de ellas, es una oportunidad que debe animarnos a transitar hacia un escenario enriquecedor si somos capaces de accionar las palancas necesarias.
Y es que tras la covid-19, que nos llevó a vivir situaciones vitales extremas, muchas personas se han replanteado cuál es su propósito vital, cómo quieren invertir su tiempo, y cuáles son los fundamentos a los que no están dispuestos a renunciar.
El trabajo remoto se ha convertido en una norma en muchas empresas, lo que ha activado un mercado con mayor flexibilidad y autonomía. Las personas hemos descubierto que podemos trabajar desde cualquier lugar y hemos tenido la oportunidad de pasar más tiempo con los nuestros. Como resultado, hemos comenzado a repensar nuestras prioridades y buscamos un trabajo que responda a ello.
La desconexión entre empresa y empleado, y la poca adaptación de los protocolos de las compañías a gestionar las emociones de las personas en este nuevo entorno, han terminado de alejar a las empresas de su elemento más precioso. Los trabajadores no entienden, por poner un ejemplo, qué sentido tiene ir obligatoriamente a la oficina a tener reuniones digitales porque parte de los asistentes están en su casa teletrabajando. Además, este mundo digital nos ha generado, a su vez, un cansancio total por el abuso de los recursos digitales que nos han puesto sobre la mesa.
Por tanto, si queremos volver a ‘enamorar’, toca humanizarse de nuevo, volver a lo básico, aprovechando todos los recursos y los aprendizajes obtenidos, sin dejarnos amedrentar con herramientas sofisticadas, en definitiva, humanizar de nuevo nuestras organizaciones aplicando el sentido común:
- Cultura empresarial de vuelta a los valores.
- Humildad y honestidad por encima de competencia: hacer lo que decimos que hacemos.
- Comunicación honesta, sencilla y clara
- Valorar a las personas más por su capacidad de aprender y evolucionar que por sus conocimientos.
- Retribución justa y equitativa.
- Contribución al desarrollo personal y profesional de las personas.
- Valentía para hacer los procesos diferentes.
Toca seguir en la faena, con más entusiasmo que nunca, teniendo en cuenta estas premisas, rompiendo los prejuicios, abrazando la rotación y acompañando a las personas como seres únicos que aportan su propia diversidad en las empresas. ¡Qué gran reto!
*** Mónica Torre Alonso es directora de desarrollo de personas y transformación cultural de Up Spain y miembro de la AEDRH.